Brindemos sin clichés

No existen vinos para mujeres o vinos para hombres, el vino es vino, es para todos

Si me detengo detalladamente a observar qué oferta enológica que podemos encontrar me atrevo a afirmar que el pasaje de este viaje se podría llamar «día de la mujer, día del cliché». Seguramente ustedes sorprendidos se preguntarán ¿por qué afirmo tan radicalmente que el día de la mujer está tan rodeado de clichés? O hasta prejuicios, quizá, me atrevo a decir. Quién no ha escuchado alguna vez: los vinos blancos son vinos para mujeres, los vinos dulces son vinos para mujeres y claramente la lista podría seguir.

Vamos por partes diría Jack el destripador. El vino, es vino. No es para hombres ni para mujeres. Es para todos, es para quién lo elija, él está ahí siempre dispuesto a brindar con nosotros. Afortunadamente en el mundo entero se están poniendo patas para arriba muchísimos conceptos aprendidos y aprehendidos culturalmente que acarreamos, quizá, desde antes de nacer: color celeste para los niños, color rosa para las niñas. Y claro, esa simple afirmación si la trasladamos al mundo del vino es el claro paralelismo a «vino blanco para las mujeres y vino tinto (¡y ni hablar si es un reserva o un gran reserva!) para los hombres».

Repito, el vino es vino. Es de quien lo elija, de quien lo disfrute, de quien realmente valore su compañía. Sé que decirlo es muy sencillo, pero aceptemos y sobre todo celebremos que una copa de rosado en manos de un caballero o una copa del tinto más estructurado del planeta en manos de una mujer son mucho más que una hermosa y desprejuiciada postal. Así que si están pensando qué vino regalar a alguna mujer en su día acá les voy dejar algunos consejos para que puedan detectar cuál será de su agrado.

Lo más sencillo sería preguntar a esa mujer: ¿qué estilo de vino preferís? Pregunta obvia lo sé. Pero muchas veces difícil de responder. Muchas veces bebemos lo que se nos ofrece, lo que hay en casa de amigos o en nuestra propia casa pero no nos detenemos a preguntarnos qué vino elegiríamos nosotras (y por qué no nosotros) si pudiéramos elegir cualquier vino del mundo entero. Muchas veces las preguntas más sencillas son las que suelen ser las más complicadas de responder.

Supongamos que ella no tiene del todo claro qué estilo de vino, qué denominación de origen o qué variedad de uva o vino prefiere; entonces podemos ayudarla con una nueva pregunta: ¿cuál es el último vino que disfrutaste? El que recuerde seguramente será un vino que apreció y no solo eso, sino que le gustó mucho por alguna ocasión que quizá desconoce en un nivel consciente. Pero si recuerda algún vino, ¡ya tenemos un gran dato! Así que si elegimos ese vino o alguna etiqueta similar nos hará quedar más que bien.

Ese escenario sería el ideal porque tendríamos el regalo casi definido. Pero supongamos que la memoria no aparece (muchas veces no recordamos las etiquetas de los vinos que descorchamos) entonces podemos sumar una tercera pregunta: ¿cuál es tu comida favorita? De esta forma podemos llevar esa información a la tienda de vinos y compartirla con los especialistas para que nos ayuden a encontrar el regalo ideal. Sé que muchas veces todos abrimos botellas y las acompañamos con distintas opciones gastronómicas sin siquiera pensar conscientemente en el maridaje o la armonización (término que adopté de la inigualable María Isabel Mijares, a quién definiría sin lugar a dudas como «la» dama del vino español); pero sepamos siempre que elijamos una bebida para acompañar una comida (o viceversa) estamos maridando o armonizando. No hace falta ser expertos para lograr las mejores combinaciones, solo basta saber qué nos gusta más.

Es por eso que la información del estilo de gastronomía que uno suele disfrutar es más que valiosa para elegir un regalo. Así que si tenemos ese dato también será de vital importancia en el momento de definir el vino. Pero atención ¡estén alertas a que los asesoren con información desprejuiciada y sin tantos clichés! Sino siempre se llegará a opciones dicotómicas: vinos para mujeres o vinos para hombres.  Y lo repito una vez más para que lo recordemos siempre: el vino es vino.

Entonces, si quizá no obtuvimos mucha información o queremos sorprender con el regalo y mantenerlo en total sorpresa (¡claramente no podemos estar haciendo tantas preguntas!) podemos ser más bien clásicos y barajar algunas opciones tintas y pensar en algún Ribera o Rioja, si preferimos zambullirnos en el mundo de los blancos por qué no un refrescante Albariño de las Rías Baixas o si queremos un dúo blanco y vibrante, un cava seguramente será la opción ideal. ¡Recuerden también que los rosados están cada vez más presentes en las tiendas de vinos y en las mesas de bares y restaurantes pero en muchas ocasiones no nos animamos a comprar una botella!

Eso sí, si queremos sorprender mucho más, podemos pensar en alguna etiqueta con denominación de origen menos tradicional, por qué no un vino de algún país productor más atípico, en alguna propuesta de vino ecológico, orgánico, natural o biodinámico. Recuerden que cada vino es mucho más que el jugo de uva fermentada, cada vino tiene una historia detrás, algo para contar. Y si nuestro regalo nos da la posibilidad de contar una historia les aseguro que ese vino será bien recordado, ya lo decía Robert Louis Stevenson, novelista, poeta y ensayista escocés: «El vino es poesía embotellada».

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